La observación de colibríes es un pasatiempo mexicano con que los checos tan solo podemos soñar, ya que estas avecitas no habitan nuestro país. Pero, para darle justicia a todos, funciona también al revés. Por ejemplo, esquiar en México es algo utópico y en Chequia algo muy habitual. En fin, lo que es exótico para un país es normal para el otro. Y desde mi punto de vista checo, una de las aficiones mexicanas más adorables es precisamente la observación casera de colibríes.
Con “observación casera“ quiero decir que no hace falta adentrarse en la naturaleza salvaje, sentarse sobre la rama de un árbol y desde las 5 de la mañana observar fijamente la posible ocurrencia de colibríes con los binoculares en la mano. No. Si uno dispone de un trocito de jardín junto a su casa o por lo menos dispone de una maceta con flores, puede deleitarse con el teatro de estas avecitas directamente desde la ventana de su sala.
Dado que hay muchos mexicanos que nunca han aprovechado la posibilidad de observar desde cerca un colibrí, este artículo es también para ellos, no solo para los checos. Y si el lector es un mexicano residente en Chequia (y alejado del hábitat natural de los colibríes), al leer lo que sigue, por lo menos obtendrá otro motivo por enorgullecerse por su patria.
Instrucciones para enganchar a un colibrí
Si les interesa cómo atraer a los colibríes a su jardín, mi amigo Carlos Flores Dimas, biólogo y ornitólogo apasionado, les proporcionará un manual.

Paso 1. Adapten su jardín al gusto de los colibríes (ojalá su propio gusto coincida con el de ellos). Dice Carlos: “La mejor estrategia es tener un jardín pensado en polinizadores. Las flores tubulares son las que más atraen a los colibríes, sobre todo las de color rojo y amarillo. Además, los colibríes no solo se alimentan del néctar sino también de pequeños artrópodos e insectos como arañas o mosquitos. Así que no debemos usar ningún tipo de químico ni insecticida. Por último, si deseamos colocar un bebedero, debemos hacerlo en un lugar visible y fuera del alcance de los perros o gatos, o cualquier otro animal que represente algún peligro para nuestros amigos alados.“
Aunque el cultivo de plantas con flores tubulares (de hecho, de plantas en general) no es mi fuerte, por lo menos el segundo consejo de Carlos se me hizo viable. Mis únicas mascotas son dos cuyos regordetes que no brincan, no trepan y ni siquiera se desplazan demasiado (usando el dicho checo: “donde los dejas por la mañana, los encuentras por la noche“). Así que pude dar esta fase por cumplida y asumir que mis amiguitos alados están a salvo.
Paso 2. Preparen el objeto tentador. Para este fin, las tiendas de mascotas venden bebederos rojos y amarillos con la imitación de flores (por supuesto que tubulares), los que comunicarán a los colibríes desde lejos que la comida está servida. Pero para que este artículo no sea tan relajiento, nos pondremos serios por un rato y contemplaremos la dimensión ética del asunto.
Carlos advierte lo siguiente: “Por un lado, yo no colocaría un bebedero en mi casa si en el bosque cercano hay muchas flores silvestres. Por el contrario, dejaría que los colibríes hagan su trabajo de polinizadores. Por otro lado, muchas especies de aves, no solo colibríes, enfrentan graves amenazas a sus poblaciones, principalmente por la pérdida de los hábitat que utilizan. Además, varias de las especies son migratorias y requieren año con año llegar a sitios donde descansar y reponerse para continuar su migración, entonces cualquier espacio verde que les brindemos puede ser muy benéfico en su viaje. Pero, el espacio debe ser pensado para las aves y como tal, debería hacerse con plantas nativas y garantizar seguridad. Si plantamos flores, cuidemos que sean nativas o al menos no venenosas. También hay que recordar que los bebederos requieren una estricta rutina de limpieza y cambio de néctar. No debemos usar los néctares comerciales porque contienen colorantes artificiales y químicos que son nocivos para los colibríes. Es mejor siempre preparar la receta nosotros mismos. Normalmente es hervir un cuarto de azúcar blanca de mesa (no miel) en un litro de agua. El néctar debe cambiarse en función de la temperatura ambiente, pero en menos de tres días, y en ambientes cálidos incluso a diario para que el agua no fermente. El recipiente debe lavarse sin utilizar exceso de cloro y jabón, y enjuagar muy bien.“
Paso 3. Siéntense en la cercanía del bebedero y traten de no moverse y no generar ruido. O pueden esconderse detrás de la esquina o la cortina de la ventana. (Estos consejos son míos y son muy poco científicos; Carlos no tiene nada que ver.) Al avistar un colibrí, quédense inmóviles. Los colibríes son una especie de pequeños helicópteros. De pronto se escucha “ruuuuu ruuuu“, en el aire aparece algo, se detiene, luego “brinca“ en otra dirección, luego regresa. En este momento, uno debe convertirse en estatua y simplemente observar con deleite.
Sonidos producidos por un colibrí: gorjeo y aleteo.
¿Tal vez se les ocurrió pensar si es posible domesticar un colibrí? Carlos me dijo varias cosas al respecto. Para empezar, dijo que estoy usando los conceptos mal, ya que la domesticación de una especie es un proceso que lleva generaciones. Por lo tanto, me sugirió amablemente usar el término “habituar“. ¿Entonces?
Carlos asevera que en una vida (la del colibrí, no la mía) es posible habituar a la avecita a mi persona y mis costumbres. “Puedes condicionarlo para que visite tu casa a cierta hora o que se detenga en tus manos o tus hombros,“ me alienta Carlos. “Un colibrí va a andar en tu jardín si le ofrece cobijo, alimento, agua, y además le agrada. Pero si detectas un colibrí anidando en tu jardín, evita molestarlo, acercarte demasiado al nido o tocarlo. La reproducción entre colibríes es un proceso complicado que demanda mucha energía. La mamá colibrí puede abandonar el nido si siente demasiado estrés en el sitio y los huevos se perderían.“
Como no lograba atraer aquellas cositas voladoras
Todo indica que es pan comido atraer a los colibríes al jardín. Lamentablemente, mi historia personal es más bien tragicómica. He soñado durante años con esta posibilidad, pero cuando por fin me mudé a una casa con jardín, los colibríes como si hubieran dejado de existir. Con empeño planté flores tubulares, con amor y cuidado colocaba el néctar en el bebedero… y nada.
Marqué a Carlos y le pregunté por qué tenía tanta mala suerte. ¿A poco es tan raro ver un colibrí? Resulta que no lo es. De hecho, ver un colibrí en México es casi como ver un gorrión en Chequia (o sea, muy, muy común). Según Carlos, citando fuentes documentadas, hay reportadas 58 especies mexicanas. La probabilidad de que uno los aviste depende de la zona y el entorno. Sin embargo, uno puede aumentar sus chances si visita áreas verdes con flores, aún dentro de la ciudad (incluso en algo tan monstruoso como la Ciudad de México, la segunda ciudad más poblada del mundo).




“A los colibríes les gusta visitar los mismos grupos de flores una y otra vez, por lo que las probabilidades de verlos son muy altas,“ afirma Carlos y con ello sin querer profundiza mi depresión. Como no, si (a diferencia de mi persona) ha visto millones de colibríes en su vida profesional. “Todos son pequeñas joyas vivientes,“ se deleita Carlos. “Pero el que más me ha impactado fue el Tilmatura dupontii porque lo busqué por dos o tres años en varios estados (Veracruz, Puebla, Oaxaca, Colima) y hasta hace un par de años lo pude ver.

“Y hay otras especies que son interesantes desde el punto de vista de la conservación, como el Zumbador mexicano que es endémico y enfrenta graves retos por la pérdida del hábitat.“

Ahora bien, regresemos a mi mala fortuna y el hecho de no haber visto ningún colibrí personalmente. Pero la perseverancia es el camino hacia el éxito (o dicho de un modo que me convence mucho: Dios ayuda a los que se ayudan solos). Por lo tanto, no me di por vencida, hasta que pasó lo siguiente. Un colibrí despistado, al sobrevolar mi jardín, se metió por error dentro de la casa. No le agradó demasiado estar atrapado adentro y yo por poco sufrí un infarto al pensar que el primer ejemplar avistado por mí podría sucidarse a autogolpes contra la ventana. Aquí está grabado el drama:
Lamentablemente, lo que no se aprecia en el vídeo es mi “maniobra de rescate chingona“. Sostuve el bebedero colorido delante del colibrí espantado, él lo siguió y de esta manera logré sacarlo de vuelta al aire libre, devolviéndole la libertad. Después de tal experiencia, el colibrí decidió no volver nunca.
Pasaron varios meses.
Luego llegó el día desmotivador cuando por fin avisté un colibrí en mi jardín, pero ése esquivó mi bebedero mimado y se fue hacia el jardín de mi suegra que vive cruzando la calle. Disgustante.
Pero alguien allá arriba me quiere y como había dicho, obviamente apremia la aplicación y paciencia. Hace poco estaba leyendo bajo el árbol en el jardín, cuando de pronto se escuchó “ruuuu ruuuu“ y un colibrí –justo delante de mis ojos incrédulos– chupó el néctar del bebedero. Incluso logré grabarlo. Digan, ¿no era un día digno de ser eternizado?
¿Qué especie de colibrí pude haber visto?
Mi casa se encuentra en el Valle de Toluca, a 2.600 metros sobre el nivel del mar. Así que nuevamente marqué a Carlos y le pregunté qué clase de colibrí pude haber visto. Como los colibríes se mueven todo el tiempo y yo los suelo ver (y filmar) a contraluz, no le pude dar ningunas indicaciones precisas, pero a pesar de ello se atrevió a formular una estimación: “Es difícil saber qué especie viste porque no tenemos estudios de las poblaciones en el Valle de Toluca. Me atraveería a pensar que la especie más común es el Cynanthus latirostris porque lo he visto en muchos parques de la ciudad.

Pero si te alejas un poco de Toluca hacia las montañas alrededor del valle, probablemente el más común sea Hylocharis leucotis. Aunque no descarto que otras especies sean más comunes, pero no lo sabemos.“

Si desean más información sobre la observación de colibríes, pueden descargar un libro sobre los colibríes americanos aquí.
Como mis vídeos pecan de ser un tanto borrosos, ni un experto como Carlos puede “poner la mano en el fuego“ por la identificación precisa de las especies de los colibríes que frecuentan mi jardín. Estima que el segundo colibrí que pueden apreciar en el vídeo que sigue es Lampornis clemenciae.
Ustedes no se dejen desanimar y disfruten mis tomas del (probablemente) Lampornis clemenciae, (también probablemente) Cynanthus latirostris o (posiblemente también) Hylocharis leucotis. Sin descartar las 56 especies restantes, por supuesto.
¿Y el final feliz? Quince días después ya me veía esclavizada por los colibríes. Éstos habían descubierto el cuerno de la abundancia en mi jardín y se acostumbraron a venir a chupar cada mañana en las horas tempranas. Comprobé que estos pajaritos son capaces de absorber una cantidad increíble del néctar, de tal modo que un bebedero lleno (de medio litro) les rinde para aproximadamente dos días. Las cosas llegaron tan lejos que cuando una vez se me olvidó rellenar el bebedero y ponerlo en el árbol a tiempo, por la mañana, alrededor de la rama donde suele estar colgado, se encontraban flotando cinco avecitas visiblemente irritadas que manifestaban su descontento de todas las maneras posibles para un colibrí. Aleteaban de un lado a otro, atravesaban volando el espacio donde suele estar el bebedero y zumbaban nerviosamente algo que traduje como: “Apúrale, mujer, ¿dónde está el desayuno que nos prometiste?”
Escribiría más cosas, pero lamentablemente, tengo que retirarme. El bebedero de nuevo está casi vacío y temo que si no lo relleno a tiempo, los colibríes me van a someter a un ataque aéreo…